Netflix soltó una bomba emocional con Adolescencia: la historia de un chico de 13 años acusado de un crimen brutal que pone en crisis todo lo que creíamos saber sobre “ser joven”.
Más que una serie, es un espejo —incómodo pero necesario— para madres, padres y adultos que conviven con adolescentes y no siempre los entienden.
Emojis, códigos, memes.
Adolescencia muestra cómo los chicos usan símbolos para ocultar lo que sienten o piensan.
Si los adultos no entienden ese lenguaje, se quedan fuera de la conversación (y del peligro también).
La masculinidad mal entendida también mata
La serie toca el tema “incel” (célibes involuntarios), un submundo online donde se mezcla odio, frustración y machismo.
Muchos jóvenes están entrando ahí sin que nadie lo note.
La familia no siempre ve lo que pasa… hasta que es tarde
Los padres de Jamie lo aman, pero no lo conocen del todo.
Una crítica dura pero real: el afecto sin comunicación deja grietas que otros llenan (a veces con violencia o ideología).
No todos los adolescentes son ‘malcriados’… algunos están perdidos.
El personaje de Jamie refleja la soledad emocional, la presión social y la desconexión.
Muchos chicos no son rebeldes: solo están buscando atención, límites o comprensión.
El juicio empieza antes del juicio
Las redes, los medios y hasta los vecinos “condenan” sin saber toda la historia.
La serie te golpea con esta idea: cualquiera puede ser etiquetado en segundos… y destruido.
Adolescencia no es solo una serie.
Es una alerta generacional.
Si eres madre, padre, docente o simplemente adulto en 2025… tienes que verla.
Y no para juzgar a los jóvenes, sino para empezar a escucharlos.