Santo Domingo.- El Centro Penitenciario La Victoria quedó cerrado de forma técnica. Traducción en dominicano claro: no llegará un privado de libertad más a ese recinto levantado en tiempos de Trujillo y marcado por décadas de hacinamiento y abandono.
La decisión se activó con hechos, no con discursos. 300 internos salieron escoltados rumbo a Las Parras, en Guerra, un penal moderno que empieza a cargar con el peso del nuevo modelo penitenciario que impulsa el Estado.
Traslados que marcan el cambio



Este movimiento no cayó del cielo. Es el segundo traslado del año, luego de que en noviembre Las Parras recibiera otro grupo similar. Paso a paso, el sistema va soltando lo viejo y amarrándose a lo nuevo.
Roberto Santana, director de Servicios Penitenciarios, puso el número sobre la mesa: La Victoria llegó a tener 9,300 presos, aunque fue diseñada para solo 2,000. Una bomba humana que duró demasiado tiempo encendida.
Orden clara a los jueces
Las autoridades no dejaron espacio a dudas. Una disposición formal instruyó a los jueces a enviar los nuevos ingresos exclusivamente a Las Parras y a frenar cualquier orden de traslado hacia La Victoria.
La circular más reciente, enviada el 12 de diciembre, reafirma el mensaje: prisión preventiva y condenas nuevas van para Guerra, no para el viejo penal que hoy baja el telón.



Cerrar una cárcel, abrir una etapa
El cierre técnico de La Victoria forma parte de una reforma penitenciaria más amplia. La meta es menos hacinamiento, más control y condiciones humanas que no sigan empujando el sistema al colapso.
La Victoria abrió en 1952, vendida como símbolo de “modernidad” del régimen de Rafael Leónidas Trujillo. Costó RD$915 mil pesos y fue inaugurada un 16 de agosto, con bombos, platillos y propaganda.
Setenta años después, la historia pesa distinto. La cárcel que nació como emblema termina como advertencia. El sistema cambia de escenario y Las Parras toma el relevo, con la lupa pública bien puesta encima.

