Violeta Barrios de Chamorro, la primera mujer en ser elegida presidenta en América y símbolo de la transición democrática en Nicaragua, falleció en Costa Rica, donde vivía desde hace algunos años. Tenía 94 años.
Su muerte marca el cierre de una figura histórica que, en 1990, logró lo que parecía imposible: vencer en elecciones al Frente Sandinista de Liberación Nacional y al entonces presidente Daniel Ortega. Fue un cambio de rumbo inesperado tras años de guerra civil y represión. Su mandato, aunque limitado por pactos y tensiones, se enfocó en la reconciliación nacional y la reconstrucción del país tras una década de conflicto.
El legado de la reconciliación
Incluso el propio Ortega reconoció ese aporte. En el documental La Transición: los años de Doña Violeta, estrenado en 2005, dijo:
“Para mí lo más positivo de la gestión de doña Violeta fue en favor de la reconciliación. Ella contribuyó en mucho a que se hubiese avanzado mucho más rápidamente en lo que es la despolarización…”
Antes de ser presidenta, Chamorro ya era un ícono de la resistencia civil. Su esposo, Pedro Joaquín Chamorro, fue asesinado en 1978 por la dictadura somocista. Ese hecho aceleró la caída del régimen. Luego, como directora del diario La Prensa, se convirtió en una de las voces más críticas del sandinismo.
Exilio, cárcel y represión
Los últimos años de su vida fueron dolorosos. En octubre de 2023, dejó su histórica casa de Las Palmas, en Managua, la misma en la que vivió con su esposo y que fue convertida en un espacio de memoria. Allí se conservaban objetos como el carro en el que fue asesinado Pedro Joaquín, su ropa ensangrentada y otras pertenencias.
Desde el exilio en Costa Rica, Chamorro vivió cómo el régimen de Ortega, el mismo al que una vez venció, encarceló a sus hijos Cristiana y Pedro Joaquín Chamorro, ambos críticos del gobierno y aspirantes a la presidencia. Otros miembros de la familia fueron desterrados o forzados al silencio.
Tras su fallecimiento, la familia publicó un comunicado donde afirma que los restos de Chamorro permanecerán en Costa Rica “hasta que Nicaragua vuelva a ser República, y su legado patriótico pueda ser honrado en un país libre y democrático”.