El Bronx arde bajo el ruido de las balas. Tras una los tiroteos que dejaron un muerto y cinco heridos en un partido de baloncesto el pasado 23 de agosto, el alcalde de Nueva York, Eric Adams, lanzó un mensaje claro: “Vamos a poner en marcha un plan de movilización completo”.
Y no es retórica. Mil policías adicionales patrullarán las calles del condado, en lo que ya se considera uno de los mayores despliegues recientes de la ciudad. Adams no solo quiere más uniformes en las esquinas: también planea sentar a pandilleros cara a cara en una mesa de diálogo, incluso en Gracie Mansion, la residencia oficial del alcalde.
La violencia que no distingue víctimas
«Cuando las balas vuelan por disputas entre pandillas, no se detienen a decir: ‘Bueno, este no es un pandillero rival’, o ‘este es un pandillero rival’. Acaban con la vida de un inocente» expresó el alcalde. Aunque las cifras oficiales indican una reducción del 23.5% en personas heridas por armas de fuego este año (215 víctimas hasta el 23 de agosto), los tiroteos recientes dejaron al descubierto la presencia de pandillas cada vez más jóvenes y armadas.
¿Puede el Bronx recuperar la calma?
El despliegue de policías es una respuesta inmediata, pero Adams parece apostar a algo más arriesgado: hablar directamente con los que disparan. La pregunta es si este intento de diálogo podrá detener una violencia que, por ahora, sigue marcando la vida de uno de los barrios más icónicos —y más desafiantes— de la Gran Manzana.
