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Bad Bunny entra a Yale (y no para cantar): el reguetón como espejo del poder y la historia

_Basado en el reportaje de Ronald Alexander Ávila-Claudio, BBC News Mundo_

¿Qué hace Bad Bunny en los pasillos de Yale? 

¿Cómo un artista del reguetón terminó en el temario de una de las universidades más prestigiosas del mundo?

La respuesta está en el trabajo del profesor Albert Laguna, experto en estudios culturales, quien decidió diseñar un curso académico completo sobre el fenómeno musical y político que representa Benito Martínez Ocasio (Bad Bunny). No fue una decisión caprichosa. Surgió, como él mismo relata, mientras caminaba por las calles de Nueva Orleans escuchando el disco Debí tirar más fotos. En cada verso y mezcla sonora encontró una puerta para hablar de Puerto Rico, su historia, su identidad, su dolor, su poder cultural.

El curso no es sólo sobre música. Es sobre lo que no siempre se quiere mirar: una isla que sigue siendo colonia de Estados Unidos desde 1898, una juventud que grita desde el arte, una diáspora que lleva generaciones construyendo comunidad desde las sombras.

Bad Bunny no es simplemente un artista popular. Es un símbolo contemporáneo que mezcla salsa, bomba, plena, reguetón y música jíbara para contar historias que los libros de texto ignoran. ¿Cómo no estudiar eso? ¿Cómo no aprovechar ese lenguaje –el lenguaje de millones– para abrir conversaciones sobre migración, racismo, género, desigualdad y resistencia cultural?

Laguna dice algo clave: muchos en EE.UU. aún no saben que Puerto Rico es una colonia de su propio país. Y ahí está la raíz. El curso busca que los estudiantes vean, escuchen y comprendan. No solo a Bad Bunny, sino a todo un Caribe que ha sido epicentro sonoro del mundo sin recibir el mismo reconocimiento académico que otras culturas.

A través de canciones como TURiSTA o Nuevayol, se estudia cómo el turismo, la historia migratoria y el vínculo entre Nueva York y Puerto Rico forman parte de una conversación profunda sobre identidad. Y sí, desde el reguetón. Porque la cultura popular también educa.

Que Yale abra sus aulas a este tipo de propuestas no es una concesión: es un reconocimiento. Un paso necesario hacia una educación que incluya lo que somos y no solo lo que se ha impuesto como legítimo.

Bad Bunny no entra a Yale para ser domesticado por la academia. Entra para transformar la manera en que pensamos la historia, la cultura y el poder.