Durante décadas, Lima fue conocida por ser una de las ciudades más caóticas de Sudamérica.
Sus atascos permanentes, la alta contaminación y la espesa masa nubosa que cubre la ciudad durante gran parte del año la convirtieron en un lugar poco amable para sus habitantes y escasamente atractiva para los turistas.
En 1964, el escritor Sebastián Salazar Bondy publicó su ensayo «Lima la horrible», en el que criticaba la desigualdad en su sociedad desde la época colonial. Lo inhóspito de una megaurbe colapsada por el tráfico, contaminada y anárquica hizo que el título de «la horrible» pasara al habla popular y se convirtió en una especie de estigma para la capital de Perú.
Pero en los últimos años, aunque probablemente no al ritmo deseado, las cosas han cambiado, hasta el punto de que Lima se ha convertido en un importante destino para el turismo internacional.
Distintas iniciativas privadas y públicas para la recuperación del patrimonio de la ciudad, y la fama internacional de la gastronomía peruana han colocado a Lima en el mapa mundial de destinos turísticos.
En 2022 cerca de dos millones de turistas visitaron Lima, lo que la ubica como uno de los diez destinos más frecuentados en Sudamérica.
Pese a ello, estas cifras están aún lejos de las anteriores a la pandemia, cuando Lima llegó a recibir cerca de cuatro millones y medio de turistas nacionales y extranjeros.
El impacto sobre los viajes de la covid y las protestas contra el gobierno de Dina Boluarte que se prolongaron hasta bien entrado 2023, lastraron el crecimiento del turismo.
Aún así, la ciudad fue reconocida este año en los World Travel Awards, que distinguen a los destinos turísticos más populares, como la mejor ciudad para visitar de entre las declaradas patrimonio cultural mundial por la Unesco.
Lima y la cocina peruana
Lima se beneficia de ser lugar de paso obligado para los extranjeros que llegan a visitar los tesoros más populares de Perú, como las ruinas de Machu Picchu o la ciudad de Cuzco, ya que la mayoría de vuelos internacionales aterrizan en el aeropuerto Jorge Chávez de la capital.
Pero la ciudad ha ido desarrollando su propia personalidad como destino, en gran medida como epicentro del boom culinario que se ha producido en torno a los éxitos de la gastronomía peruana en los últimos años.
En Lima está el restaurante Central, reconocido en 2023 como el mejor del mundo, y otros que han ganado fama en los últimos años, como Maido, dedicado a la comida nikkei, resultado de la fusión de la cocina peruana con la que importaron los inmigrantes japoneses que llegaron a Perú a comienzos del siglo XX.
Chefs como Virgilio Martínez, de Central, siguieron la estela de Gastón Acurio y otros que lideraron el redescubrimiento de la cocina peruana que ha sido el principal motivo de orgullo nacional en los últimos años y que ha contribuido a despertar el interés por Lima y sus restaurantes.
Juan Luis Orrego, experto en explotación turística del patrimonio histórico de la Pontificia Universidad Católica del Perú, le dijo a BBC Mundo que «hay muchos turistas que vienen a Lima solo a comer.
«En Chile venden paquetes de dos días en Lima con un recorrido por restaurantes de autor», cuenta.
Pero, como sabe cualquiera que haya pasado un tiempo en esta ciudad, en Lima se puede comer muy bien y a buen precio, no solo en los restaurantes famosos, sino también en los negocios populares que abundan en sus calles, como Al Toke Pez, una modesta cebichería en la Avenida Angamos que saltó a la fama después de que un documental de Netflix la incluyera en uno de sus documentales como uno de los mejores negocios de comida callejera de América Latina.
Lima y el mar
Lima es una de las pocas capitales de Sudamérica construida junto al mar.
Seguramente, cuando en 1535 el conquistador español Francisco Pizarro decidió fundarla en el paraje casi perpetuamente nublado de la costa central de Perú en que se asienta, no estaba pensando en el atractivo de su ubicación para los turistas del siglo XXI, pero sin duda lo tiene.
Durante mucho tiempo la urbe limeña vivió de espaldas al mar, ensimismada en su propia vorágine en el acantilado sobre el que se alza, pero la construcción a mediados del siglo pasado del Circuito de Playas de la Costa Verde, un gran eje vial entre las aguas del Pacífico y el barranco, hicieron posible que los limeños empezaran a disfrutar de playas hasta entonces inaccesibles o inexistentes.
Hoy, turistas y lugareños pueden pasear por el Malecón, un cuidado parque lineal que recorre casi sin interrupción los distritos de Miraflores y Barranco, antiguos balnearios vacacionales que fueron absorbidos por el crecimiento de la ciudad.
Caminando por ellos, junto a los vendedores de helados y los niños y perros que juegan sobre el césped, es frecuente encontrarse con sus tablas a amantes autóctonos y forasteros del surf, que tienen en las olas con las que el Pacífico acaricia la costa de Lima el mejor de los destinos.
Si Miraflores es el distrito residencial por excelencia y San Isidro el de las finanzas y los restaurantes, Barranco es más conocido por su vida bohemia y su animado ocio nocturno.
Pese a la percepción generalizada entre los peruanos de que la delincuencia está aumentando, en Lima es frecuente ver gente caminar por las calles, y bares y restaurantes repletos de noche, algo más inusual en otras capitales latinoamericanas.
En los bares y cafés que pueblan las angostas calles de Barranco, los turistas pueden saborear un pisco sour mientras contemplan sus vetustas edificaciones, entre las que destaca la casa donde escribió algunas de sus obras Abraham Valdelomar, uno de los referentes de la literatura peruana.
La Bajada de Baños, la cuesta que desciende bajo el puente de los Suspiros hacia el mar, y sus artistas callejeros, son otro de los atractivos.
Juan Pablo de la Puente, ex viceministro de Cultura de Perú, recuerda que «en Barranco se han llevado a cabo iniciativas culturales interesantes en los últimos años, como Barranco Open Studios, una jornada en la que los artistas del distrito abren sus talleres para que los visitantes puedan conocer cómo trabajan».
La idea de Barranco Open Studios es dar a conocer no solo las obras, sino también a los artistas que las crean.
Con una filosofía parecida, Leyla Aboudayeh dirige hace años el proyecto Monumental Callao, una iniciativa cultural que también trata de dar oportunidades a los jóvenes de la zona de El Callao, tradicionalmente castigada por el sicariato y la delincuencia.
A las afueras de Lima, algunas partes de El Callao siguen siendo peligrosas, pero Aboudayeh y el centenar de artistas locales que colaboran con Monumental Callao han logrado que esta zona deteriorada se convierta en escenario de más de 60 exposiciones temporales al año, y la sede de una escuela de ballet afroperuano y un taller de literatura.
Aboudayeh afirma que casi no tienen apoyo institucional, pero se enorgullece de que «El Callao era antes una zona roja y a los turistas se les advertía que no la visitaran; convertirla en un área de interés cultural ha hecho que los propios vecinos empiecen a verla de otra manera».
La rehabilitación del centro de Lima
El centro histórico de Lima también ha ganado atractivo entre los turistas, con la rehabilitación de muchos edificios y la peatonalización de muchas de sus calles.
Aunque gran parte de él sigue siendo un lugar ruidoso y congestionado, en los últimos años se han llevado a cabo proyectos de rehabilitación y acondicionamiento que lo han hecho más amigable para los turistas.
En el conocido como Damero de Pizarro se conservan muchos de los edificios que dieron forma y personalidad a la capital del virreinato del Perú durante la época colonial y allí se encuentran algunos monumentos verdaderamente singulares y bellos, como el Convento de San Francisco de Asís, construido en el siglo XVI y que guarda unas impresionantes catacumbas, o el Palacio Arzobispal.
Aunque no tenga la fama ni las dimensiones del Zócalo mexicano, la Plaza de Armas de Lima bien merece una visita.
También en el centro está el Barrio Chino, donde locales tradicionales ofrecen chifa, la comida que surgió de la fusión de los gustos peruanos con los de los culíes, inmigrantes chinos que llegaron al país para paliar la falta de mano de obra en los campos a partir de la abolición de la esclavitud a mediados del siglo XIX.
El típico menú chifa incluye el popular arroz chaufa, frito con pollo o mariscos. Los limeños lo aman por su sabor y bajo precio.
El centro de Lima fue reconocido como Patrimonio Mundial por la Unesco en 1991 por haber conservado en gran parte la fisonomía original del centro virreinal y eso favoreció el desarrollo de iniciativas para su protección, así como una mayor toma de conciencia de las autoridades.
En 1994 se creó el Programa Municipal para la Recuperación del Centro Histórico de Lima (Prolima), que ha llevado a cabo numerosos proyectos de rehabilitación de edificios históricos y peatonalización de calles.
El de Prolima es un caso raro en Perú, donde las políticas públicas sufren a menudo las consecuencias de la falta de coherencia y continuidad derivadas de los constantes cambios de gobierno en todos los niveles del Estado.
«Aquí siempre se intenta reinventar todo, pero la Municipalidad de Lima ha logrado mantenerse centrada en recuperar el patrimonio cultural a través de gestiones distintas y Prolima ha ido asumiendo más funciones y presupuesto», señala el ex viceministro De La Puente.
Luis Martín Bogdanovich, gerente de Prolima desde 2016, lo confirma. «He trabajado con cuatro alcaldes muy distintos entre sí y con todos se ha mantenido el compromiso con el proyecto».
Los retos pendientes
Pese a los progresos, Lima aún tiene muchos desafíos pendientes.
El tráfico continúa siendo caótico y perjudica la calidad del aire y la salud de la población.
La congestión es tal que todavía muchos turistas eligen alojarse en Miraflores y no pisan jamás el centro de la ciudad antes de volar a Cuzco para visitar Machu Picchu.
Martín Bogdanovich afirma que «Lima es una ciudad extraordinaria con un potencial único, pero aún son muchos los problemas resultado de la falta de planificación y la informalidad«.
Esa informalidad es especialmente visible en el transporte público, donde las infracciones impunes de conductores en situación irregular son habituales.
Orrego recuerda que «la recuperación del centro histórico no debería limitarse a arreglar casas y calles, sino que debería abordarse el problema de la falta de infraestructuras«.
«En Lima casi no hay metro ni tren y el acceso al aeropuerto es muy complicado», indica.
En la ciudad hay varios proyectos de infraestructuras de transporte en marcha que deberían mejorar la situación, pero los limeños se han acostumbrado a que las autoridades incumplan los plazos y presupuestos iniciales de las obras públicas.
De La Puente dice que «han llegado más turistas por la rehabilitación del centro y la proliferación de restaurantes, pero el enfoque debería ser no tanto atraer al tursimo a toda costa, sino lograr una ciudad mejor y más habitable y que, como resultado, atraiga al turismo».
Cuando se eleva la vista desde el centro de la ciudad queda patente que aún queda mucho por hacer y el paisaje revela el otro gran problema: la desigualdad.
A poca distancia del centro en rehabilitación se distingue el caserío aglomerado del Cerro San Cristóbal, uno de los muchos de Lima en los que los vecinos llevan años quejandose de la falta de oportunidades, la inseguridad y la precariedad de los servicios públicos.
Para muchos de ellos, todavía Lima es «la horrible».
BBC MUNDO