EsquinaRD.– Mira… si tú pensabas que el capítulo de Bad Bunny en RD se había cerrado con esos dos conciertos que dejaron el Olímpico temblando en República Dominicana, prepárate, porque el hombre decidió darse un paseíto que convirtió la Ciudad Colonial en una película turística con soundtrack urbano incluido.
Apenas amaneció después del último show y Benito, en modo chill pero con ese flow que nadie puede imitar, se metió por las callecitas empedradas del casco histórico. Iba con Juan Mubarak, un duro de Patrimonio Monumental, y un corito del Ministerio de Turismo. Todo el mundo explicándole de historia y arquitectura… y él ahí, atento, curioso, mirando cada fachada como si estuviera viendo un mural de su próximo disco.

La vibra estaba tan encendida que cualquiera diría que el concierto siguió en la calle. Los turistas se quedaban fríos, los residentes sacaban celulares y la gente gritaba “¡Benitoooo!” desde cualquier esquina. Fue un mini caos organizado, pero de esos bonitos, donde nadie se queja porque todo el mundo sabe que está viviendo un momento pa’ contarlo.
Las autoridades, mientras tanto, felices, tirando su orgullo patrio: que si la visita impulsa el turismo, que si esto pone la Ciudad Colonial en el mapa mundial… y tú sabes qué, no es mentira. Ese paseo valió y mucho.

Conciertos increíbles
Y ojo, que no podemos olvidar lo que venía detrás del hombre: el peso de dos noches históricas en el Olímpico, con boletas que se evaporaron en menos de ocho horas entre las dos funciones del 21 y 22 de noviembre. Un sold out de esos que dejan a medio país sin voz y al otro medio con envidia.
Benito cantó, vibró, tembló el estadio… y al otro día, sin prisa y sin prisa, le metió un chin de cultura y encanto colonial. República Dominicana lo recibió como rockstar; él lo devolvió como turista curioso.

