El mioma es uno de los tumores más frecuentes de la especie humana. Se trata de un tipo de bolitas, hechas de músculo, que crecen a partir del útero, un órgano que fundamentalmente es tejido muscular.
Miomas
Más de la mitad de las mujeres tendrán miomas en algún momento de su vida. Muchas no lo sabrán nunca, porque solo un 20 % provocan síntomas. Tampoco habrá que intervenir, porque en la inmensa mayoría de los casos son tumoraciones benignas. Eso sí: algunos miomas pueden afectar la capacidad de las mujeres de gestar.
¿Qué tipos de miomas hay? ¿Cuándo provocan síntomas? Y ¿Cómo actuar, si se sospecha que pueden interferir en la fertilidad? El profesor colaborador de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) Cristian de Guirior, médico especialista del Servicio de Ginecología del Hospital Clínico, arroja luz a estas cuestiones con motivo del Día Mundial de la Fertilidad, que se celebra este martes, 4 de junio.
Causas poco conocidas y tres tipos de síntomas
Tal como explica el experto de la UOC, los miomas se clasifican en tres tipos. En primer lugar, los que crecen desde el útero hacia fuera. Estos, si se hacen grandes, pueden comprimir órganos próximos, como la vejiga o el recto, pero no causan sangrados abundantes ni problemas de gestación. En cambio, los que crecen desde el útero hacia su cavidad sí pueden favorecer reglas abundantes o interferir en la implantación del embrión. Finalmente, los miomas que crecen dentro del músculo del útero no suelen provocar síntomas, aunque, si hay muchos, pueden causar sangrado; además, la comunidad médica debate actualmente si podrían interferir en la capacidad del útero de contraerse y, como consecuencia, afectar la fertilidad.
«Los síntomas que puede producir un mioma dependen de la localización en la que se encuentre y también de la medida y de la cantidad que haya. Un mioma muy pequeño, pero colocado en la parte más interna del útero, puede provocar problemas de sangrado o interferir en la fertilidad. En cambio, tres miomas más grandes, situados en otra parte, pueden no generar ningún problema», subraya el ginecólogo.
De hecho, hay muchas cosas que todavía no se saben sobre los miomas, como cuáles son sus causas. «Sabemos que las pacientes de raza negra tienen una prevalencia mucho más alta de miomas, que la genética influye y que hace falta que haya actividad hormonal para que aparezcan. Pero no sabemos por qué unas pacientes tienen miomas y otras no. Se hace difícil pensar que, si hubiera sido un problema de los hombres, hoy nos encontraríamos así. Vamos muy tarde, pero ahora sí que se destinan recursos a investigarlos», detalla De Guirior.
Todas las mujeres podemos tener miomas sin saberlo. Nos daremos cuenta si uno de estos tres síntomas lo revela: compresión de otros órganos, sangrados abundantes o dificultades para gestar.
Buscar miomas en caso de infertilidad
Por lo tanto, cuando cuesta conseguir un embarazo, puede ser adecuado investigar la presencia de miomas o plantear el extirparlos. ¿Cómo hay que actuar en esta situación? «Cuando una pareja busca embarazo y no lo consigue después de un año de búsqueda activa, ponemos en marcha un estudio de fertilidad teniendo en cuenta que, en uno de cada tres casos, todo estará bien y no sabremos por qué no se produce la gestación», explica De Guirior.
El 50 % de las causas de infertilidad están relacionadas con el hombre. Por lo tanto, el estudio de fertilidad incluye un seminograma, un análisis de sangre a los dos miembros de la pareja para descartar infecciones y anomalías genéticas, y también una ecografía a la mujer. Esta última prueba es la que permitirá ver si hay miomas y cómo son.
Si efectivamente hay miomas, se puede intervenir a la paciente cuando parece que pueden jugar un papel en la infertilidad. «Hay que discutirlo con ella», remarca el ginecólogo. «A veces operamos y después la pareja busca el embarazo de forma espontánea. O bien, si ya hemos visto que se añaden otras causas de infertilidad, directamente pasamos a una técnica de reproducción asistida. Otras veces, es a la inversa: se prueba la reproducción asistida y los embriones de buena calidad no se implantan. Entonces, podemos operar el mioma para ver si es la causa», detalla el profesor de la UOC.
La operación para extraer miomas puede ser de tres formas: por histeroscopia, es decir, introduciendo una cámara dentro de la vagina y extirpándolos por esta misma vía; por cirugía abdominal con laparoscopia, o sea, haciendo unos agujeritos en el vientre e introduciendo una cámara para ver dónde hay que extirpar, o por vía abdominal con laparotomía, que implica una incisión más grande.
«Por otro lado, recientemente ha surgido un fármaco por vía oral para reducir el sangrado, pero que no hace desaparecer los miomas» explica De Guirior. Asimismo, hay técnicas a caballo entre la cirugía y el tratamiento médico, como la embolización, que obstruye las arterias que alimentan el mioma para que no crezca más; la radiofrecuencia, en la que se pincha el mioma y se aplica calor para quemarlo, o bien la técnica HIFU, en la que, para quemarlo, se emite radiación.
El experto de la UOC remarca que es muy importante estar bien asesorada para elegir la mejor técnica para cada caso.
Embarazada y con un mioma
En caso de embarazo, puede pasar que, al hacer la ecografía para ver el embrión, se detecten miomas en el útero. «Esto, en principio, no debe preocuparnos; solo en el supuesto de que se trate de un mioma situado justo delante del canal del parto, cosa muy poco frecuente y que implicaría tener que hacer una cesárea. En los otros casos, hay que advertir a la paciente de que los miomas tienden a crecer durante el embarazo, igual que crece el útero. Seguramente, decrecerán después del parto. El crecimiento rápido puede provocar episodios de dolor, pero no suele implicar ningún riesgo directo para la gestación», concluye De Guirior.