“Detrás de cada mujer exitosa, lo más probable es que haya un hogar descuidado”. Estas fueron las palabras pronunciadas por el pastor Ezequiel Molina durante la Batalla de la Fe, un evento celebrado en un estadio lleno de miles de dominicanos. Este pensamiento refleja una mentalidad que aún persiste en muchas culturas alrededor del mundo: un sexismo profundamente arraigado que perpetúa ideas machistas y limita el reconocimiento del rol multifacético de las mujeres.
La carga desigual sobre las mujeres dominicanas
En República Dominicana, miles de hogares están sostenidos únicamente por mujeres debido a la falta de responsabilidad paterna. Son hogares en los que la fortaleza predomina, y donde las mujeres asumen roles dobles: madres y padres, pilares emocionales y económicos.
A pesar de ello, se espera que las mujeres cumplamos con estándares que parecen inalcanzables: ser exitosas en lo profesional, mantener una moral intachable y ser “buenas madres”. Si fallamos en alguno de estos aspectos, la sociedad no duda en juzgarnos con dureza. Pero, ¿por qué esta misma vara no se aplica a los hombres?
El avance femenino es un triunfo, no un problema
El pastor Molina citó cifras que destacan los logros femeninos: las mujeres ocupan el 53 % de los puestos de trabajo en el país, y las exportaciones lideradas por mujeres crecieron un 27 % en el último mes. Sin embargo, utilizó estos datos para justificar una narrativa que las culpa de descuidar el hogar, en lugar de celebrar sus avances.
El incremento de la participación femenina en el ámbito laboral y empresarial debería ser motivo de orgullo colectivo, no de juicio. Las mujeres dominicanas hemos demostrado que es posible ser exitosas profesionalmente y desempeñar un rol crucial en la familia. Sin embargo, la crianza de los hijos y la estabilidad emocional de la familia no son tareas exclusivas de nosotras las mujeres; son un compromiso mutuo.
Las mujeres tenemos derecho a crecer en nuestra individualidad, a decidir libremente sobre nuestra vida sin temor a ser señalas por esto. No hemos sido creadas únicamente para lavar platos o cocinar; somos mucho más que un estereotipo limitado.
Un espacio que debería unir, no dividir
Es lamentable que un evento como la Batalla de la Fe, donde miles de dominicanos buscan inspiración espiritual, se convierta en un escenario para perpetuar discursos que distancian al hombre de la mujer y que refuerzan estereotipos dañinos.
Como sociedad, debemos reflexionar: ¿cómo avanzamos hacia una verdadera equidad si seguimos repitiendo ideas que perpetúan las desigualdades de género? La mujer no es responsable de todo, pero sí ha demostrado, una y otra vez, que puede con todo. Y ese es un mérito que merece respeto y reconocimiento, no juicio.