Santo Domingo. – La Iglesia católica del país vivió esta semana uno de sus episodios más tensos y extraordinarios en años: la destitución de Francisco Ozoria como arzobispo de Santo Domingo, una decisión que el propio prelado atribuyó a “mala administración” y que el Vaticano oficializó mediante una comunicación escrita. El anuncio sacudió a la cúpula eclesiástica, reavivó viejas críticas a su liderazgo y abrió interrogantes sobre el manejo interno de la arquidiócesis más influyente del país.
Una decisión inesperada desde Roma
La destitución la confirmó la Santa Sede a través de una carta en la que se citan señalamientos sobre el entorno familiar del arzobispo, cuestionamientos sobre su conducción pastoral y diversas denuncias elevadas a Roma. Ozoria ya había reconocido públicamente que había sido relevado de sus responsabilidades por “mala administración”, un hecho que marca un precedente poco común en la historia reciente de la Iglesia dominicana.
El ambiente de dudas sobre su liderazgo no era nuevo. En 2021, cuando Ozoria llevaba cinco años al frente de la Arquidiócesis de Santo Domingo, el entonces obispo de Baní, Víctor Masalles, cuestionó con dureza la capacidad de la Iglesia para mediar en conflictos sociales.
Acusaciones contra su hermano llegaron a la Santa Sede
Un año después, en 2022, el propio Ozoria reconoció que en Roma habían recibido denuncias vinculadas a su hermano, Secundino Ozoria Acosta (Nino), quien trabajó como constructor en obras eclesiásticas.
Aquella declaración fue interpretada como señal de que existían expedientes informales o reportes circulando en la Santa Sede sobre presuntas irregularidades administrativas. Aunque Ozoria nunca precisó quién había realizado las acusaciones ni qué instancia del Vaticano las recibió, quedó claro que su gestión ya estaba bajo observación.
Francisco Ozoria había sido nombrado arzobispo de Santo Domingo el 4 de julio de 2016 por el papa Francisco. Su salida, precipitada por cuestionamientos administrativos y percepciones de debilitamiento institucional, marca un punto histórico en la relación entre Roma y la Iglesia local.
Un capítulo que reconfigura el liderazgo eclesial
Con la destitución ya confirmada, la Iglesia dominicana entra en una fase de ajustes y expectativas sobre quién asumirá ahora la conducción de la arquidiócesis capitalina. El episodio deja al descubierto tensiones internas, reclamos de mayor transparencia y la necesidad de reconstruir confianza en la institución.

