En dominicana, no hay Navidad sin cerdo, y esta tradición tiene más de 500 años de historia. El cerdo llegó a la isla con los españoles durante el segundo viaje de Cristóbal Colón en 1493, y desde entonces se convirtió en un ingrediente central de la dieta local. Su rápida reproducción y facilidad de adaptación lo hicieron ideal para criar en la isla, lo que lo convirtió en la proteína favorita durante la colonización.
Aunque el cerdo se consume durante todo el año, es en la Navidad cuando realmente cobra su protagonismo. En el pasado, criar un cerdo era como una inversión que se culminaba con su sacrificio en la Nochebuena. Este plato central de la cena navideña ha sido parte esencial de la gastronomía dominicana, y de él nacen múltiples recetas tradicionales: desde las chuletas, jamones y longanizas, hasta las morcillas y las clásicas paticas de cerdo, que siguen siendo las favoritas de muchos.
El cerdo a la puya: tradición familiar en cada vuelta
Una de las tradiciones más queridas es el «cerdo a la puya», un método de asado que se ha convertido en un evento familiar. Esta técnica, que consiste en girar el cerdo sobre la leña encendida utilizando un palo de guayaba, no solo es una forma de cocinar, sino también una fiesta. La preparación de este platillo requiere colaboración: desde seleccionar la leña y sazonar el cerdo con naranja agria y especias, hasta girarlo lentamente para conseguir la textura crujiente y jugosa que tanto nos encanta. Es un verdadero momento de unión, risas y sabor.
Navidad sin cerdo, ¿sería lo mismo?
Aunque hoy en día es fácil encontrar cerdo asado en cualquier rincón del país, la Navidad sigue siendo la ocasión especial en la que este platillo se convierte en protagonista. La historia del cerdo en la mesa navideña dominicana no es solo una tradición que ha perdurado por siglos, sino también un reflejo de la calidez familiar, la celebración y los sabores únicos de nuestra isla. ¡Y no hay forma de imaginar la Navidad sin él!
(Gabriel Atiles Bidó, Díario Libre)