“Estados Unidos está junto al pueblo de Israel, nunca dejaremos de respaldarlos… y el apoyo de mi administración a la seguridad de Israel es sólido como una roca e inquebrantable”.
Con esas palabras el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dejó en claro el respaldo de su país a Israel tras el ataque sin precedentes del grupo palestino Hamás del 7 de octubre.
Para reafirmar este apoyo, Biden visitará a su aliado más cercano en Medio Oriente este miércoles tras una semana de intensa diplomacia de Washington para tratar de evitar que la guerra de Israel contra Hamás se extienda en la región.
Un portavoz del presidente estadounidense confirmó el viaje este martes, después de que un ataque contra un hospital de Gaza, del que se culpan mútuamente Israel y los palestinos, dejara cientos de muertos.
Tras el ataque, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, dijo que no se reunirá como tenía previsto con Biden, al tiempo que Jordania anunció la cancelación de la reunión en iba a tener lugar ese encuentro y en la que iba a participar también el presidente egipcio.
Una corresponsal de la BBC en Washington señaló que el ataque al hospital complica la visita del mandatario estadounidense a Israel, dado el apoyo incondicional de la Casa Blanca al gobierno israelí.
Ese “apoyo inquebrantable” de Biden se ha visto en los últimos días en el envío de dos de los portaviones más avanzados de Estados Unidos, el USS Gerald R Ford y el USS Eisenhower, al Mediterráneo, el despliegue de escuadrones de aviones cazas F-15 u F-16 y aviones de ataque A-10 en la región, y el envío de equipo adicional y municiones.
«El mundo acaba de ser testigo de un gran mal: el ataque más mortífero contra civiles en la historia del Estado de Israel y el día más sangriento en la historia judía desde el fin del Holocausto», declaró el secretario de Defensa Lloyd Austin durante una visita a Israel tras el ataque de Hamás.
«Así que no se equivoquen: Estados Unidos se asegurará de que Israel tenga lo que necesita para defenderse», dijo y reiteró que el apoyo de su país a Israel sigue siendo «innegociable».
Este “apoyo no negociable” para Israel y sus poderosas fuerzas armadas no es nuevo. Estados Unidos envía cada año miles de millones de dólares en ayuda militar a Israel.
Desde la Segunda Guerra Mundial, Israel ha sido el mayor receptor general de ayuda exterior estadounidense.
Según datos de los departamentos de Defensa y Estado, desde 1951 hasta 2022 (el año más reciente del que existen datos) la ayuda militar estadounidense a Israel, ajustada a la inflación, ha sido de US$225.200 millones.
Pero, ¿de dónde surgió esta relación de “apoyo inquebrantable” entre Israel y Estados Unidos?
Los lazos históricos
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos apoyó la creación de un Estado judío. Con la mayor población judía del mundo en ese momento, el país norteamericano se apresuró a posicionarse a favor de la nueva nación y reconocerla.
Pero en las primeras décadas de existencia de Israel, el vínculo no fue particularmente notable.
Fue el presidente John F. Kennedy quien en 1962 hizo énfasis en la que llamó una “relación especial”, basada en lo que dijo era un compromiso compartido con el derecho de Israel a existir en paz.
Pero no fue hasta 1967, durante la Guerra de los Seis Días, que esta relación empezó a florecer.
En esa guerra, Israel derrotó a una coalición de estados árabes, y en el proceso sufrió comparativamente pocas bajas con poca ayuda de fuerzas externas.
Además, ocupó franjas de nuevos territorios, incluidos Gaza y Cisjordania.
En plena Guerra Fría, y compitiendo con la Unión Soviética por la hegemonía global en la posguerra, quedó claro para Estados Unidos que Israel podría ser decisivo para imponer derrotas a los intereses soviéticos en la región.
«Lo clave de la guerra del 67 fue que Israel derrotó a los árabes sin lugar a dudas en seis días sin absolutamente ninguna ayuda militar estadounidense», le dijo a Vox.com Joel Beinin, profesor de historia de Medio Oriente de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos.
“Lo que eso demostró a Estados Unidos fue: ‘Estos tipos son buenos’. Estamos en un lío en Vietnam. Vamos a conectarnos con ellos’. Y las cosas fueron desarrollándose gradualmente con el tiempo”.
Y fue entonces cuando Estados Unidos, durante la presidencia de Lyndon Johnson, acordó por primera vez entregar equipo militar a los israelíes.
A partir de entonces, el apoyo diplomático, financiero y militar de Estados Unidos a Israel aumentó exponencialmente.
Los vínculos militares
En las décadas que siguieron, particularmente en los años 80 y 90, Estados Unidos e Israel comenzaron a cooperar en investigación, desarrollo y producción de armamento.
En 1999, pocos años después de que el entonces presidente estadounidense Bill Clinton ayudara a redactar los Acuerdos de Oslo para lograr la paz entre Israel y sus vecinos palestinos, Washington firmó el primero de tres de los llamados Memorándum de Entendimiento (MDE) comprometiéndose a otorgar miles de millones de dólares en ayuda militar a Israel anualmente.
Hoy Israel es designado como uno de los principales aliados de Estados Unidos fuera de la OTAN.
Es uno de los principales compradores de equipo militar estadounidense, además continúa involucrado en el desarrollo de tecnología militar y regularmente participa en ejercicios militares conjuntos con las fuerzas de Estados Unidos y otros países.
Después de los ataques del 11 de septiembre en Estados Unidos, Israel logró desarrollar una de las tecnologías de vigilancia e inteligencia de señales más avanzadas del mundo y, según los expertos, la ayuda financiera estadounidense fue de vital importancia para ello.
En 2011, Israel implementó el llamado Domo de Hierro, un sistema de defensa de misiles de corto alcance que utiliza tecnología de radares para destruir los cohetes y otras amenazas aéreas disparadas por Hamás y otros grupos militantes en la región.
El sistema fue desarrollado por la empresa estatal israelí Rafael Advanced Defense Systems con componentes fabricados en Estados Unidos. Y Washington ayudó a financiarlo con una “subvención” de US$200 millones.
Incluso durante la administración de Barack Obama, quien en repetidas ocasiones se refirió a la presencia de Israel en Cisjordania como una “ocupación”, la ayuda militar estadounidense no cesó.
Obama intentó restablecer una relación con los países de Medio Oriente después de años de vínculos tensos con George W Bush.
Durante su mandato se opuso más enérgicamente a la construcción de nuevos asentamientos en Cisjordania y en 2010 hizo intentos por acercar al entonces primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, con Mahmoud Abbas, el líder de la Autoridad Palestina.
Obama también ayudó a negociar en 2015 un histórico acuerdo nuclear con Irán, para la indignación de Netanyahu.
Pero nada de eso impidió que el gobierno de Obama se comprometiera a enviar a Israel US$38.000 millones en ayuda militar durante 10 años, subsidiando la compra de aviones de combate F-35 en lo que fue descrito como “el mayor compromiso de asistencia militar en la historia de Estados Unidos”.
Esa ayuda militar a Israel continúa hasta la fecha.
En 2022, Washington le entregó a Israel US$3.300 millones en ayuda exterior. Unos US$8,8 millones de esa cantidad se destinaron a la economía del país y el 99,7% se entregó a las fuerzas armadas.
La importancia geopolítica
Para algunos analistas, el “apoyo incondicional” de Estados Unidos a Israel está vinculado a la importante posición estratégica del país de Medio Oriente.
Aunque la Guerra Fría ya terminó, la relación de Estados Unidos e Israel no ha cambiado y muchos creen que esto se debe a que la región sigue siendo un desafío para los estadounidenses.
Hace 40 años, el secretario de Estado estadounidense, Alexander M. Haig, designado por el entonces presidente Ronald Reagan, acuñó la siguiente definición sobre su aliado de Medio Oriente: “Israel es el mayor portaaviones estadounidense, es insumergible, no lleva soldados estadounidenses y está ubicado en una región crítica para la seguridad nacional de Estados Unidos”.
Irán, una teocracia islámica con gran influencia en la región y un controvertido programa nuclear, es el principal antagonista de Israel. Y también es un aliado histórico de Hamás, el grupo palestino responsable de los ataques en territorio israelí.
Kali Robinson, experta en Medio Oriente del Coucncil of Foreign Relations, un centro de estudios basado en Nueva York, lo resumió así en un artículo reciente: “Medio Oriente ha sido de importancia central para Estados Unidos a medida que los sucesivos gobiernos han tratado de asegurar recursos energéticos vitales, defenderse de la influencia soviética e iraní y garantizar la supervivencia y la seguridad. Israel y sus aliados árabes, combaten el terrorismo, promueven la democracia y reducen los flujos de refugiados”.
Aunque tanto israelíes como estadounidenses han especulado públicamente sobre la posibilidad de que Irán estuviera detrás de la organización y financiación del ataque a Israel del 7 de octubre, hasta el momento la inteligencia estadounidense no ha encontrado evidencia de esa participación.
Recientemente, Irán ha fortalecido sus vínculos tanto con China como con Rusia, lo que ha aumentado aún más la importancia de tener a Israel como aliado estadounidense en la zona.
Una minoría “poderosa”
Actualmente se calcula que la población judía en Estados Unidos es de 7,6 millones de personas, lo que supone el 2% de la población total del país.
Según el centro de investigación Pew Research Center, los judíos estadounidenses son un grupo relativamente de altos ingresos.
La mitad de la población judía estadounidense tiene un ingreso familiar superior a los US$100.000 anuales, mientras que entre los estadounidenses en general, el porcentaje con ese mismo ingreso alcanza apenas el 19%.
Además, el 36% de los judíos estadounidenses no sólo tienen un título de secundaria, sino que han completado un posgrado, en comparación con el 14% de la población estadounidense en general.
Como élite económica e intelectual que son, los judíos también han encontrado caminos prósperos en la política.
Según el Pew Research Center, los judíos, junto con los cristianos, están sobrerrepresentados en el Congreso estadounidense: un 6% de los miembros de la actual legislatura se identifican como judíos, comparado con 2% de la población total estadounidense.
Algunos expertos no creen que el voto judío en Estados Unidos sea decisivo.
Pero el poderoso lobby proisraelí, encabezado por AIPAC, (Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel) que el representante demócrata Brad Sherman llamó “la organización más importante en la promoción de la alianza entre Estados Unidos e Israel», es una fuerza influyente en la política estadounidense y a menudo ha respaldado a Netanyahu, con quien Biden se está viendo ahora obligado a formar una alianza incómoda.
Joe Biden sabe que no puede darse el lujo de apartar a los votantes proisraelíes antes de las elecciones presidenciales del próximo año.