Lewiston. Después de dos días de encierro, con el terror de pensar que un asesino andaba suelto, los habitantes de la ciudad estadounidense de Lewiston intentan recuperar la calma y comienzan a honrar a los 18 muertos de los dos tiroteos que cambiarán para siempre este tranquilo municipio de Maine.
El miércoles por la noche un hombre de 40 años, militar en la reserva, rompió la burbuja de tranquilidad de personas que jugaban a los bolos en la bolera Just-in-time Recreation o a una partida de billar en el Schemengees Bar and Grille y los ciudadanos de Lewiston saben que nada será igual en sus vidas.
“Esto nos cambiará para siempre”, cuenta a EFE Sarah S., vecina de Lisbon, el pueblo a 12 kilómetros de Lewiston donde se encontró el viernes por la noche el cuerpo de Robert Card, en un camión de reciclaje, con un disparo autoinfligido.
Además de los 18 fallecidos, un total de 13 personas resultaron heridas en los dos sucesos, entre ellas un familiar de Sarah, un joven de 16 años que estaba jugando a los bolos y sigue en el hospital.
“Es indescriptible, realmente no tengo palabras para lo que esto ha sido para nuestra comunidad”, afirma casi al borde de las lágrimas, mientras sostiene una vela. Ha acudido a la vigilia que se organizó en Lisbon el sábado por la noche. Fue la primera muestra de duelo colectivo, tres días después de los sucesos.
Pese a que con el hallazgo del cuerpo de Card pasó el principal temor, a los habitantes de Lewiston les está costando despertar y muchos siguen todavía inmersos en su caparazón. “Este no es el final sino que es el comienzo, el principio del camino hacia la curación”, apuntaba en la vigilia el pastor Jonathan Jones.