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Así funciona el cónclave para elegir al nuevo Papa

Con la muerte del papa Francisco a los 88 años, la Iglesia católica se enfrenta nuevamente a uno de sus momentos más solemnes y trascendentales: la elección de su próximo líder. Tras un multitudinario funeral en la Plaza de San Pedro, el mundo católico centra su atención en el cónclave, el proceso secreto que dará lugar al 267.º pontífice de la historia.

Un proceso milenario

El cónclave, cuyo inicio está previsto para el 7 de mayo en el Vaticano, es una tradición que se remonta al siglo XV. La palabra «cónclave» proviene del latín cum clave («con llave») y hace referencia a la práctica de encerrar a los cardenales para evitar presiones externas. Desde entonces, las elecciones papales se celebran bajo los frescos renacentistas de la Capilla Sixtina.

Durante el cónclave, los cardenales votantes —aquellos menores de 80 años— se hospedan en la Casa de Santa Marta, una residencia dentro del Vaticano. Desde allí caminan diariamente hasta la Capilla Sixtina, aislados del mundo exterior, para participar en las votaciones. Toda comunicación externa está estrictamente prohibida.

¿Quiénes votan?

De los 135 cardenales habilitados para votar, 108 fueron nombrados por el propio papa Francisco, lo que podría inclinar la balanza hacia un sucesor con una visión progresista e inclusiva de la Iglesia. Aunque la mayoría de los cardenales aún provienen de Europa, los asiáticos representan casi una cuarta parte del total, reflejando un cambio en la demografía eclesial.

La elección de un Papa requiere una mayoría de dos tercios. Las votaciones se suceden hasta cuatro veces al día: si en la tercera jornada no hay acuerdo, los cardenales pueden optar por un receso para la reflexión y la oración. Si tras 33 rondas no se elige un Papa, se procede a un balotaje entre los dos candidatos más votados, aunque el elegido aún necesitará alcanzar la misma mayoría cualificada.

El humo como señal

Cada ronda de votación concluye con la quema de las papeletas en hornos especiales instalados en la Capilla Sixtina. Si el humo que se eleva es negro, significa que no se ha alcanzado un acuerdo. El esperado humo blanco, en cambio, anunciará al mundo que hay un nuevo Papa.

Hasta entonces, la Iglesia permanece en estado de «Sede vacante», sin un líder al frente de sus 1.400 millones de fieles.

La elección del nombre y la «Sala de las Lágrimas»

Una vez electo, el nuevo Papa es preguntado si acepta el cargo y qué nombre adoptará. Esta tradición, vigente desde hace más de 500 años, permite al pontífice señalar su visión o rendir homenaje a sus predecesores o santos. Francisco, por ejemplo, eligió su nombre en honor a San Francisco de Asís, inspirado en su compromiso con los pobres.

Luego, en la llamada «Sala de las Lágrimas», el nuevo Papa se viste por primera vez con los atuendos papales. Esta pequeña sala, contigua a la Capilla Sixtina, recibe su nombre por la emoción que suele embargar al elegido en ese momento histórico.

Finalmente, el nuevo Sumo Pontífice aparece en el balcón de la Basílica de San Pedro para saludar a los fieles, marcando el inicio de una nueva etapa para la Iglesia católica.

Una elección llena de misterio

Aunque hay analistas y observadores que intentan prever tendencias o posibles candidatos, el cónclave sigue siendo uno de los procesos más impredecibles del mundo. Sin partidos políticos ni campañas públicas, las decisiones se toman en un ambiente cargado de oración, reflexión y secretismo absoluto.

La historia demuestra que el resultado puede sorprender al mundo, trayendo cambios profundos o reafirmaciones de la tradición. Mientras tanto, millones de católicos esperan atentos el humo blanco que anunciará al nuevo líder espiritual de la Iglesia.

Por BBC News