InicioEntretenimientoLa historia detrás del papel que cambió el destino de Al Pacino

La historia detrás del papel que cambió el destino de Al Pacino

Cuando Francis Ford Coppola le propuso a Al Pacino interpretar a Michael Corleone en El Padrino, el actor no pudo evitar pensar que al director «le faltaba un tornillo». Así lo confesó recientemente en una entrevista para The New York Times, donde recordó cómo fue ese inesperado primer acercamiento a uno de los papeles más icónicos de su carrera.

En aquel momento, a principios de los años 70, Al Pacino era un joven actor con apenas unas pocas películas en su trayectoria y un futuro incierto en el mundo de Hollywood. Por su parte, Coppola, aunque ya había ganado un Oscar al mejor guion adaptado por Patton (1970), todavía no gozaba de la confianza plena de la industria. Por eso, cuando le planteó a Pacino protagonizar la adaptación cinematográfica del exitoso libro de Mario Puzo, la reacción inicial del actor fue de total incredulidad.

«Cuando eres actor, ni siquiera piensas en esas cosas. Esas grandes películas no existen para ti todavía», contó Pacino. «Y de repente, Coppola me dice que va a dirigir El Padrino y que quiere que yo la protagonice. Me pareció absurdo, como si le faltara un tornillo. No podía creerlo».

El Padrino se estrenó el 24 de marzo de 1972, marcando un antes y un después no solo en la carrera de Coppola y Pacino, sino en la historia del cine. Sin embargo, su producción no estuvo exenta de tensiones. Paramount Pictures dudaba del joven Coppola como director y también del casting de Pacino, al que veían como una apuesta arriesgada para un personaje tan central como Michael Corleone.

Aun así, Coppola defendió su visión y su elección hasta el final. El resultado fue una obra maestra que redefinió el género de cine de gánsteres y que, junto a su secuela, El Padrino II (1974), figura hoy entre las mejores películas de todos los tiempos. Para Pacino, interpretar a Michael supuso no solo su primera nominación al Oscar, sino el impulso definitivo que lo catapultó a la élite del cine mundial.

Hoy, más de 50 años después, la anécdota de aquel primer ofrecimiento refleja lo improbable —y al mismo tiempo inevitable— que resultó la unión de dos talentos destinados a cambiar la historia del séptimo arte.