InicioDeportes¿Y si Karl Towns fuera nuestro último gran NBA? 

¿Y si Karl Towns fuera nuestro último gran NBA? 

Su talento es real, sus números lo avalan y su nombre ya está escrito en la historia. Pero más allá de los méritos individuales de Karl-Anthony Towns, lo que preocupa es la soledad estructural del baloncesto dominicano en la NBA. ¿Estamos haciendo lo necesario para que no sea el último? 

Cuando Karl-Anthony Towns fue elegido con el pick número 1 del Draft en 2015, el baloncesto dominicano tocó un nuevo techo. No era solo la llegada de otro compatriota a la NBA: era la llegada de un talento generacional, un unicornio moderno, un pívot con mano de escolta y cuerpo de torre. Para muchos, KAT representaba el futuro de la posición… y, para nosotros, el futuro del baloncesto nacional en la liga más poderosa del mundo. 

Hoy, una década después, ese futuro se llama presente. Pero también parece sinónimo de soledad. 

El dominio de uno, el silencio de los demás 

Towns ha hecho todo lo que se espera de una estrella NBA: 

● Novato del Año por unanimidad (2016) 

● 5 veces All-Star 

● 3 veces All-NBA 

● Campeón del Concurso de Triples 

● Promedios de carrera por encima de 23 puntos y 11 rebotes 

● Más de 600 partidos con estadísticas élite 

● Y ahora, una resurrección competitiva con los Knicks, donde por fin muestra temple y madurez en postemporada 

Pero ¿quién lo acompaña como dominicano activo en la NBA? 

Al Horford, el más exitoso de todos los tiempos, está en el ocaso de su carrera. Chris Duarte, aunque talentoso, no logró consolidarse como figura estable y actualmente milita en la BSN de Puerto Rico. Y más allá de ellos, el panorama es escaso. No hay otra figura en ascenso. No hay otro joven dominicano en el radar inmediato de la liga (aunque se vislumbran algunas brillantes promesas que citaremos más adelante…). 

¿Qué pasó con el relevo? 

La pregunta que duele no es si Towns es nuestro mejor NBA. La verdadera pregunta es por qué no tiene competencia.

En casi 20 años, solo tres dominicanos han logrado tener roles significativos en la NBA: Felipe López, Al Horford y Karl Towns. Tres nombres en dos décadas. Y si bien hemos brillado en otras ligas (España, Argentina, NCAA), el salto a la élite sigue siendo una excepción. 

¿Es un problema de estructura? 

¿De desarrollo de talento en la base? 

¿De visibilidad internacional? 

Probablemente, de todo un poco. Pero mientras no se resuelva, el peso simbólico y representativo recae en un solo jugador. 

La paradoja de Towns: ejemplo e indicador 

Karl Towns no solo ha brillado individualmente; también ha cargado simbólicamente con el baloncesto dominicano. Su éxito debería haber sido una puerta abierta para muchos más. Y aunque esas puertas no han estado del todo cerradas, lo cierto es que no se han aprovechado al nivel esperado

Durante la última década, solo dos dominicanos han sido All-Star: él y Horford. Y desde 2019, Towns ha sido el único. Su trono está intacto. No porque nadie pueda competirle, sino porque todavía no ha llegado quien esté listo para hacerlo. 

Karl y Al han sido el único espejo posible para muchos jóvenes que sueñan con la NBA desde un club de barrio en Quisqueya. El éxito de este par demuestra que es posible. Pero su soledad también demuestra que el camino no está bien señalizado ni pavimentado para que otros lo recorran. 

¿Es culpa de Towns que no haya otro como él? Por supuesto que no. Pero su figura, por brillante que sea, expone una realidad incómoda: el baloncesto dominicano no ha logrado institucionalizar una cadena de producción de élite. 

¿Y si Karl Towns fuera nuestro último gran NBA? 

La pregunta no busca una respuesta afirmativa. Busca un sacudón

Si Karl-Anthony Towns fuese realmente nuestro último gran NBA, ¿qué significaría eso para el baloncesto dominicano? 

Significaría que no supimos aprovechar su estela para inspirar una nueva generación. Que no transformamos su éxito individual en una plataforma colectiva. Que no convertimos una excepción en una tendencia

Por eso, más que celebrar lo que es —que ya es bastante—, debemos preocuparnos por lo que no ha llegado después de él.

Towns no tiene competencia entre dominicanos en la NBA, y eso no es un elogio. Es un síntoma. Mientras sigue construyendo una carrera con tintes de Salón de la Fama, el baloncesto dominicano debe preguntarse si está haciendo lo suficiente para que no sea el último

Porque talento hay. Lo que falta es camino. 

Pero… ¿realmente está solo? Las promesas que vienen 

Aunque la presencia actual es escasa, el futuro no está completamente desolado. En los últimos años han surgido nombres dominicanos con proyección real de llegar a la NBA: 

Yaxel Lendeborg 

Alero físico y versátil que destacó en JUCO y luego en UAB (NCAA), donde fue reconocido por su impacto defensivo y reboteador. Actualmente se transfirió a Michigan para su última temporada universitaria. Tiene proyección real para dar el salto a la NBA en 2026 si continúa desarrollando su ofensiva. 

Koby Brea 

Nacido en Nueva York, de padres dominicanos. Escolta con gran efectividad desde la línea de tres. Jugó en Dayton y se ha consolidado como uno de los mejores tiradores del baloncesto universitario. Actualmente juega su última temporada con Kentucky. Podría ser uno de esos “specialists” que encuentran lugar en la NBA por su tiro perimetral. 

RJ Luis Jr. 

Versátil, atlético, con gran potencial defensivo. Aunque aún es inconsistente en su producción ofensiva, tiene el físico y la mentalidad para desarrollarse como escolta o alero dos vías. Ha jugado en UMass y luego se transfirió a St. John’s, generando expectativas de salto profesional en los próximos años. 

Boogie Fland 

Uno de los nombres más emocionantes de la nueva camada. Base cinco estrellas con raíces dominicanas, nacido en el Bronx. Fue McDonald’s All-American y se comprometió con Alabama para la temporada 2024-25. Tiene uno de los techos más altos entre los jóvenes con sangre dominicana y perfil real de NBA futuro. 

Las promesas existen. Pero el sistema aún no produce con la regularidad que otros países de menor población sí han logrado

KAT no puede cargar con todo. 

Y si no sembramos ahora, cuando él ya está en la cúspide, corremos el riesgo de que su legado quede como una isla… en lugar de un puente.