Desde mi nacimiento en 1995, he tenido la oportunidad de presenciar la grandeza de numerosos jugadores en diferentes facetas del béisbol. Crecí escuchando sobre la histórica batalla del verano entre Sammy Sosa y Mark McGwire, la legendaria maldición de los Red Sox, la 27ª corona de los Yankees, la épica espera de los Cubs para romper su maldición y las tres coronas de los Giants en cinco años. Estos y muchos otros momentos han hecho que el béisbol crezca aún más en mi corazón y en el de millones de fanáticos.
Sin embargo, lo que nunca imaginamos es que desde Japón llegaría un joven prodigio, nacido en los campos de Ōshū, que nos dejaría boquiabiertos con su asombroso talento desde el primer día. ¿Quién hubiera pensado que veríamos a un jugador con un dominio en el montículo por encima del promedio y una capacidad de bateo digna de los más grandes de la historia?
Aún más increíble es que, después de enfrentar una cirugía Tommy John, ese mismo jugador no solo superaría sus propias marcas, sino que también protagonizaría uno de los momentos más icónicos del Clásico Mundial de Béisbol. En la final más emocionante de la historia, vimos a este jugador cerrar el juego ponchando a la leyenda viva del béisbol moderno, el gran Mike Trout, como si el destino hubiera reservado ese enfrentamiento para un escenario tan épico.
Meses más tarde, este fenómeno firmaría un contrato histórico de 700 millones de dólares, el acuerdo más impresionante jamás visto en el deporte, con la promesa de que lo mejor aún estaba por llegar.
Ese jugador, Shohei Ohtani, no se detuvo ahí. Se convirtió en el primer pelotero en la historia en alcanzar la hazaña de 50 cuadrangulares y 50 bases robadas en una temporada. Y, como si eso fuera poco, en la misma noche alcanzó el 51/51, coronando una jornada perfecta para la historia: tres jonrones, 10 carreras impulsadas y un asombroso 6-6 desde el plato. Todo esto mientras se recuperaba de una segunda operación Tommy John, demostrando una vez más que su capacidad para romper barreras es ilimitada.
Ohtani ha redefinido lo posible en el béisbol. Su legado ya está inscrito en los anales del deporte, y por los siglos de los siglos, seguirá siendo una fuente de inspiración y admiración.