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Nueva York estalló de emoción tras regreso de los Knicks a las Finales del Este

La ciudad de Nueva York vivió una noche inolvidable. Miles de fanáticos tomaron las calles, los bares y cada rincón del Madison Square Garden tras la aplastante victoria de los Knicks sobre los Boston Celtics, 119-81, que les aseguró un lugar en las Finales de la Conferencia Este por primera vez desde el año 2000.

Las bocinas de los autos no dejaron de sonar en Manhattan. En Times Square, los fanáticos corearon el nombre de su equipo, ondearon banderas naranjas y azules y celebraron como si ya hubieran ganado el campeonato. Algunos escalaron postes de luz, otros bailaron en plena avenida. La locura se apoderó de la ciudad.

La actuación de Rafael Devers y el triple-doble de Josh Hart sirvieron de chispa. Pero el impulso venía gestándose desde que el equipo comenzó la serie. La pasión creció partido a partido, y la esperanza se convirtió en realidad la noche del viernes.

Los trenes del Subway salieron repletos de fanáticos cantando el clásico “Let’s go Knicks”. En Brooklyn, el Bronx y Queens, se escucharon fuegos artificiales. En Harlem, los negocios sacaron televisores a las aceras y la gente festejó como en una final del Mundial.

Tom Thibodeau, el entrenador del equipo, levantó los brazos al cielo al sonar la chicharra final. “Vinimos por 16 victorias. Ya tenemos ocho”, declaró con voz firme en rueda de prensa. Su mensaje encendió aún más a los fanáticos.

Nueva York no celebraba así un avance a las Finales del Este desde los tiempos de Allan Houston y Latrell Sprewell. Ahora, el equipo se prepara para enfrentar a los Indiana Pacers, reviviendo una vieja rivalidad que marcó una era.

La ciudad no durmió esa noche. Nueva York volvió a ser una ciudad de baloncesto. Y los Knicks, por fin, le devolvieron la ilusión a una afición que llevaba más de dos décadas esperando este momento.