Nueva York. – En la pista del Icahn Stadium, de Nueva York, Marileidy Paulino volvió a dejar huella. Con una zancada que mezcla poder y elegancia, la dominicana detuvo el reloj en 50.7 segundos, suficiente para asegurar su victoria y poner el broche final a un año de dominio total en los 400 metros planos.
Desde la salida se sintió la energía del público. Las banderas dominicanas ondeaban entre los asientos y el eco de su nombre acompañó cada tramo de la carrera. La campeona olímpica no defraudó: corrió con serenidad, administró su velocidad y cruzó la meta con ventaja amplia sobre sus rivales.

Una rival conocida en el segundo puesto
En el segundo lugar llegó Salwa Eid Naser, de Baréin, con un registro de 50.94, mientras que la noruega Henriette Jaeger completó el podio con 51.24.
Fue una carrera más estratégica que veloz, pero Paulino supo dominarla desde el ritmo, no desde el reloj.
Aun sin alcanzar sus marcas más rápidas del año, la “Gacela de Nizao” volvió a demostrar que no necesita un tiempo récord para imponer respeto. Su control técnico y mental marcaron la diferencia.
El contexto de un año excepcional
La dominicana cierra una de las temporadas más sólidas de su carrera, en la que se midió nuevamente con la élite mundial. Hace apenas unas semanas fue protagonista junto a Sydney McLaughlin, actual campeona mundial y poseedora del récord (47.78), en una de las pruebas más comentadas del año.
Paulino, que tiene como mejor marca personal 47.98, mantuvo su posición entre las más rápidas del planeta y volvió a elevar el nombre de la República Dominicana en cada competencia.
Orgullo nacional en cada paso
Su triunfo en Nueva York no solo significó una victoria más en las estadísticas, sino una afirmación de constancia. Marileidy corrió con la bandera en el alma, como lo hace cada vez que pisa una pista.
El público, mezcla de dominicanos y fanáticos del atletismo internacional, despidió de pie a una atleta que ya no solo representa velocidad, sino inspiración.
Así cierra Marileidy Paulino su temporada 2025: con otro oro, con otra lección de disciplina y con la promesa implícita de que lo mejor aún está por venir.