Santo Domingo.- Gary Sánchez sacó la cara con jonrón y cuatro remolcadas para comandar la barrida de los Gigantes del Cibao sobre los Toros del Este, en una doble jornada intensa disputada en el Estadio Julián Javier.
El momento clave llegó tarde, pero llegó con ruido. Un rally de cinco carreras en el octavo volteó un marcador adverso y puso el juego 11-8, luego de que los Gigantes arrancaran ese episodio con la soga al cuello.
Octavo inning de película

Sánchez coronó el ataque con un sencillo de dos carreras, desatando la locura en las gradas. Los Gigantes olieron la oportunidad, atacaron sin miedo y cambiaron el libreto cuando más presión había.
La victoria empujó a los cibaeños a 19-25, manteniéndolos vivos en la pelea por la clasificación. Hace días parecían fuera, pero el equipo reaccionó justo cuando la temporada empezaba a cerrarse.
Bates despiertos y mala racha rota
La escuadra rompió una cadena de seis derrotas a fuerza de palos. En dos juegos anotó 19 carreras, casi lo mismo que había producido durante toda esa racha negativa que tenía a la fanaticada con el corazón apretado.
El segundo partido arrancó caliente. Luis García Jr. abrió el fuego con jonrón de dos vueltas y, sin dejar respirar, Gary Sánchez sacó otro por el izquierdo para seguir marcando territorio desde temprano.
Toros respondieron, pero no bastó
Los Toros no se quedaron mirando. Jeimer Candelario apretó el marcador con un cuadrangular de tres carreras y luego Allan Castro, Yairo Muñoz y Bryan Lavastida mantuvieron la ofensiva taurina empujando carreras clave.
Aun así, los Gigantes nunca soltaron el juego. Descontaron poco a poco, resistieron el empuje visitante y dejaron la mesa servida para el octavo, donde sacaron toda la rabia acumulada.
Gigantes vuelven a respirar
Con la barrida consumada, San Francisco de Macorís vuelve a creer. El equipo se sacudió, encontró producción colectiva y Gary Sánchez asumió el liderazgo cuando la temporada empezaba a escaparse entre los dedos.
La recta final promete candela. Los Gigantes siguen con vida, los Toros reciben el golpe y la tabla se aprieta. Aquí nadie regala nada y cada inning empieza a pesar como oro.

