EsquinaRD.– El boom de la inteligencia artificial generativa empieza a dar señales de desgaste. Después de años de cifras récord y expectativas desbordadas, el 2026 se perfila como el primer gran examen para una industria que movió miles de millones sin traducirlos en beneficios igual de sólidos.
Inversionistas frenan el entusiasmo
El ambiente cambió cuando figuras de peso vendieron todas sus acciones ligadas al sector, incluida su participación en la gigantesca fabricante de chips Nvidia. Para analistas, ese movimiento envía un mensaje claro: la fiesta podría estar llegando a su pausa.
Varias compañías apuestan por un modelo circular en el que invierten en startups de IA para luego venderles tecnología. Ese esquema, aunque rentable en la superficie, pisa terreno frágil si el mercado se enfría, un déjà vu que recuerda al estallido de la burbuja tecnológica del 2000.
El mercado laboral siente la presión
Los grandes nombres de Silicon Valley impulsaron despidos masivos mientras defendían la promesa de mayor productividad con IA. Esa lógica provocó inquietud: ¿la automatización reemplazará más empleos de los que creará?
Estudios recientes sugieren escenarios opuestos. Mientras una parte advierte que hasta un 30% de los trabajos podría cambiar significativamente antes de 2030, otros calculan que la tecnología terminará generando más oportunidades de las que elimina.
La carrera hacia la superinteligencia
Las predicciones chocan entre sí. Algunas voces apuestan a que la inteligencia artificial general llegará tan pronto como 2026, mientras otras anticipan avances disruptivos hacia 2028. Sin embargo, expertos críticos cuestionan que una máquina pueda superar a la mente humana en tan poco tiempo.
Aun así, las grandes tecnológicas siguen invirtiendo millones, ampliando equipos científicos y empujando la idea de que la próxima gran frontera está cerca.
Medios de comunicación en alerta
La IA generativa también reconfigura el consumo de noticias. Plataformas y buscadores ofrecen respuestas directas que reducen el tráfico hacia los medios tradicionales, afectando ingresos y poniendo en juego la sostenibilidad de muchas salas de redacción.
Para sobrevivir, algunos apuestan a un contenido premium de alto valor añadido; otros exploran alianzas, bloqueos tecnológicos o acciones legales para proteger su trabajo editorial.
